Wilson Marcelo Villa Gonzáles
Su hijo Sayri dice que Wilson Marcelo Villa González tenía “un don dormido”. Pero hace treinta años, un tío suyo descubrió ese don y desde entonces, Wilson se hizo cantante y compositor. Gracias a la sangre negra de su madre, que había crecido en los parajes del Valle del Chota, Wilson se dedicó a cantar tonadas mestizas: bombas, andareles y aguas como herencia africana; sanjuanitos, por su sangre kichwa; pasillos, boleros, valses, por su sentido de pertenencia al mundo entero. Grabó canciones con agrupaciones kichwas, estuvo siempre cerca de la legendaria banda Ñanda Mañachi, grabó con el guitarrista-ecuatoriano canadiense David West y, claro, con su propia familia. Wilson tuvo dos hijos y a los dos les pegó también la música. El primero nació hace 35 años, y el otro, Sayri, hace 30. “Él amaba a su manera”, recuerda Sayri ahora. Para él, todas las escenas con su padre fueron importantes. Los últimos diez años compartieron escenario con agrupaciones como Imbayakuna o Villamauta. “Era una persona guerrera. Fuerte de carácter. Serio. Tenía sus maneras de querernos”.