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Hector Miguel Avelino Quimi

Sastre. Pero no cualquier sastre. El ‘Gordito Avelino’ -así le decían en su barrio, la Cooperativa San Francisco de Asís, en el suburbio de Guayaquil- se levantaba muy temprano en la mañana para trabajar en el oficio que le dio tantos amigos. “A la hora que venía la gente a pedirle algún arreglo él se levantaba para hacerles el trabajo”, cuenta su hija de 34 años Juliana Marisela. Ella está segura de que su papá fue un hombre luchador y también muy amiguero. “Fue padre y madre a la vez”. Sus tres pequeños nietos le decían ‘Papi Avelino’. A él le encantaba compartir las comidas con los pequeños. Les consentía con dulces y bromas todo el tiempo. “Él daba la vida por sus nietos. Eran su adoración”, recuerda Juliana cuando mira esta imagen, en la que aparece junto a Richard, de 7 años. Héctor murió el sábado 28, pero nadie recogió su cuerpo sino hasta cinco días después, el primer día de abril. A la familia, en el Hospital Guayaquil, le dijeron que él había sufrido un paro respiratorio, pero todos saben que el coronavirus se lo llevó. “Lamentablemente se nos fue nuestro compañero”.

Omar Paredes Navarrete

Memorias Vivas