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José Alejandro Arteaga Berrezueta

El semblante amable de José Arteaga Berrezueta le suena familiar a muchos cuencanos. Probablemente lo vieron en algún bautizo, matrimonio o quinceaños. Tal vez en los eventos de las escuelas, jornadas deportivas o en el Parque Calderón. Esos fueron sus lugares de trabajo desde que empezó a fotografiar siendo un adolescente. “Mi tío era el fotógrafo más carismático. Tenía un ángel para atraer a sus clientes y contratos”, cuenta Nathaly Arteaga, quien considera a don Pepe un verdadero padre. “Respetaba siempre a los clientes de sus colegas, por eso tenía un millón de amigos”, dice ella. Y lo corrobora Diego Cáceres, un fotógrafo cuencano que lo conoció cuando era muy joven: “Era un gran amigo. Me acuerdo que íbamos a las iglesias de San Blas y El Vecino con la esposa, que trabajaba con él”. Aunque José Arteaga no falleció a causa del COVID-19, sino luego de una enfermedad que ya padecía, su nombre llega a este memorial porque sus hijos, esposa, amigos, colegas y muchos cuencanos que lo conocían no pudieron visitarlo en el hospital ni despedirlo cuando partió.