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Edmundo Benítez Luna

Amado y venerado por su familia. “El papá y abuelito más cariñoso del mundo”, según sus hijos y nietos. Edmundo Benítez fue un hombre de palabra justa y significativa, que inculcó principios de excelencia moral a su familia oriunda de Machala, pero con raíces ‘cañaquemadeñas’.

Cañaquemada, parroquia del cantón Pasaje en El Oro, era su refugio y nostalgia. Siempre hablaba del amor que le tenía a su lugar natal en donde cosechó esas enseñanzas que repetía a sus hijos en los imprescindibles almuerzos criollos de domingo. Desde joven fue comerciante, pero hace más de 30 años había incursionado en la administración de importantes fincas de la provincia.

A sus 77 años, con un cáncer de páncreas que lo tenía a maltraer y una diabetes aguda que fue deteriorando su salud con el paso del tiempo, continuaba supervisando las fincas de las que estaba encargado en Naranjal y Guayaquil, ya sin la energía de antes y con colaboradores que hacían todo el trabajo físico y de traslado que él ya no podía. Un doble infarto se lo llevó el 8 de abril.

Lorena Benítez, su tercera hija, fue la única que pudo acompañarlo hasta su última morada, pues trabajaba en el Campo Santo Parque de la Paz, condición que le permitió tocar el féretro y rendirle un discreto homenaje, puesto que en esas fechas no se permitían velorios ni sepelios por la cuarentena y el estado de alerta en el país.