Seleccionar página

Julio Daniel Reyes Ávila

Los escalones del Cerro Santa Ana extrañan sus pasos. Durante 48 años habían sido testigos de su vida: cómo se enamoró de Sonia Tomalá Arístega, su esposa, en el 310; y cómo procreó a una hija, Blanca Reyes. Para Julio Daniel Reyes Ávila, las despedidas eran algo sagrado. Siempre acudía a los sepelios de sus amigos y conocidos para rendirles homenaje, sin embargo, él no tuvo la misma oportunidad, quizás en otras circunstancias todos lo hubiesen acompañado. Murió el 28 de marzo, en el hospital del IESS, a los 76 años.

Blanca recuerda cómo cada viernes la casa de su padre se inundaba con las melodías de Julio Jaramillo, el Ruiseñor de América. De tanto escucharlas, ella también terminaba cantándolas. “La casa está vacía sin él. Él lo llenaba todo aquí”, mencionó. “Te buscarán mis brazos, te besará mi boca y aspiraré en el aire aquel olor a rosas. Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras”, así reza Sombras, canción con la que se despide de padre, cuyo deseo era que sus restos pudieran reposar en el Cerro.

Conocido como ‘muñeco’ por sus amigos y vecinos, ellos recuerdan a Julio como un ser humano extraordinario, muy alegre y siempre presto a ayudar a las personas enfermas. En el plano familiar, su hija acota que era muy sociable; hogareño y preocupado por su familia para que no les faltara nada. Amaba a sus 3 nietos, a quienes les enseñaba a tapar y coger una pelota de fútbol.

El deporte y el estilo de vida saludable regían su vida. Hasta los 50 años, fue árbitro de segunda categoría, actividad en la que conoció a Carlos Luis Morales y Carlos Víctor Morales, quienes se acercaban a saludarlo cada vez que subían al cerro. “Siempre queríamos que pitara en los partidos porque era el mejor”, expresó el prefecto del Guayas.